lunes, 15 de agosto de 2016

Crónica
Gissela Ortega
5to "C"

La infancia un privilegio de la vejez
Amor infinito

Miguel ángel tiene 7 años y me hace volver a vivir eso que olvide, mi infancia. Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla.

Ahora que lo veo, ya de siete años, cursando el segundo año de educación básica, manejando con tanta habilidad la computadora, viendo videos, jugando con plastilina, recreando sus muñecos favoritos de videojuegos, jugando con Valentín, nuestro gato negro, viviendo su niñez, me da tanta alegría y nostalgia a la vez, recordar las travesuras que hacia cuando era una niña y que él lo hace a su manera. 

Al verlo recuerdo todo lo que vivimos desde su nacimiento, incluso un mes antes de que naciera. No fue fácil criarlo, un poco mimado por ser el último de cinco y las complicaciones que tuvo al nacer. Si somos una familia muy numerosa, pero este angelito trajo mucha felicidad a nuestro hogar. 

Fue exactamente en el mes de septiembre. Una noche mis padres nos reunieron a todos en la sala, cuando mi mami solo dijo: Estoy embarazada. Yo creía que era una mentira, que solo estaba jugando con nosotros, pero vi su cara seria y solo me asombre, llevaba ya dos meses, y lo acepte. Su embarazo fue normal pese a que dijeron que era muy riesgoso por su edad. 

Al octavo mes la internaron, y al día siguiente dio a luz, su parto fue normal. Debieron darle de alta enseguida pero estuvo hospitalizado casi un mes. Tuvo algunas complicaciones en su salud, pero gracias a que dialogaron con autoridades del hospital le dieron de alta a ella y Miguel, pero llego con oxígeno en la casa. Ahora era nuestro turno cuidarle. 

Yo tenía 15 años y fui como su segunda mamá. Miguel era tan pequeñito que requería de muchos cuidados. Lloraba mucho, nunca pensé que un niño podía llorar tanto hasta ponerse morado, no se calmaba con nada, estaba muy traumatizado por como lo trataban en el hospital, eso dice mi mamá. Los primero meses fueron muy duros, casi no dormía, y si lo hacía era en brazos y debíamos estar pendientes de que recibiera la cantidad de oxigeno establecido. 

Mis noches fueron largas por los primeros tres meses, luego fue creciendo, empezó a comer, a decir sus primeras palabras, a gatear, a sentarse, a dar sus primeros pasos. Evidenciar el proceso de su crecimiento, sus travesuras, su manera de ver el mundo tan solo con añitos encima, fue lo más bonito que pude tener en la vida, fue volver a recordar mi infancia, que ya la había olvidado. 

Jugar a las escondidas, pintar paredes, jugar hasta altas horas de noche, llegar sucios. Greis, Priscila, Andrea eran parte de nuestro grupo, con quienes salíamos a jugar por los barrios del centro, con patines en los que bajábamos cuestas, nos golpeábamos, nos lastimábamos, llorábamos, luego reíamos por la caída, juramos ser amigas y hacer este tipo de locuras siempre. Pero crecimos, cada una tomo rumbos diferentes, la universidad, su trabajo, se cambiaron de casa, y ahora no sé mucho de ellas.

Actualmente muy pocas veces me subo a un columpio, pero cuando lo hago y siento las cosquillas en el estómago por la altura alcanzada, río sin parar. Disfruto del momento. Y con Miguel volví a hacerlo. La tecnología aun no lo encapsula, porque prefiere salir antes que quedarse en casa. Prefiere los sube bajas, las resbaladeras, correr, saltar. Prefiere vivir. 

Lizeth, mi hermana de 20 años, cursa el tercer semestre de la Universidad, y muy pocas veces la veo divertirse. Es muy seria. Recuerdo cuando ella solía rogarme por jugar a la escuelita con ella, le gustaba mucho que le enseñaran cosas, a veces intercambiábamos personajes y ella era la maestra. Ahora estudia para ser eso, a lo que tanto jugaba, pero se olvida de disfrutar de lo que la vida le da. 

Miguel como todo niño hace que surja nuevamente el niño que todos llevamos dentro, mis hermanos, mi papá, mi mamá disfrutan jugar con él y como dice Pablo Neruda “en mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”.

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