domingo, 14 de agosto de 2016

Diego Zhapa Jiménez 5to - C (Crónica 2)



Esta no es una actividad cualquiera

Es el deporte rey por excelencia, millones de personas lo siguen a diario, su máxima institución (FIFA) es una de las organizaciones no gubernamentales más poderosas a nivel mundial. Es un espectáculo de masas a las que enajena una pelota en los pies de hábiles jugadores, con una carga de pasión que supera incluso a algunas de las emociones básicas del ser humano. No hay mayor emoción en la vida que la producida por un gol del equipo de uno, si no me creen hagan una reflexión personal y observarán que el sentimiento producido por un gol no se compara ni con la más espectacular jugada producida en cualquier otro deporte. La adrenalina que corre por la sangre de la hinchada acelera los latidos del corazón que sonríe, festeja y sufre por su equipo. El salir de la rutina diaria, sentir que se es parte de un equipo ganador, es lo mejor que le puede pasar a los hinchas.

Lo que debemos dejar sentado es que pasamos un rato sumamente agradable, hundidos en una atmósfera de un sentimiento único con una duración de 90 minutos. La pelota es manejada por un jugador y otro, en un juego de pases que deleita a la fanaticada. En un momento se rendía a los pies de los locales, para después refugiarse en los zapatos del contrario. Imaginamos que la pelota no sabía si estaba mejor con el uno o con el otro, aunque sí enterada de su enorme importancia pues sin ella no habría partido. Pese a su experiencia en este campo, francamente se notaba asustada. Ambos bandos la pateaban a placer. De vez en cuando salía hacia a las tribunas donde el público la devolvía a la cancha, para que se siga jugando. La bola veía correr a los jóvenes entusiastas, enloquecidos, chocando, tropezando, maldiciendo, empujándose, yendo de aquí para allá, igual que como si estuviesen en un grupo que escapa de una situación en emergencia.

Los árbitros, esos sujetos con un silbato en la boca, vestidos de negro, aspecto serio, dando la impresión de ser ciegos, pues la mayoría de las ocasiones no marcan faltas o se crean penaltis inexistentes, por lo que los fans se preguntan ¿qué carajos está haciendo este tipo? Y un número de insultos y malas palabras tan grande que si los mencionaría en este espacio me demoraría horas y horas en hacerlo. En la cancha también encontramos al portero, ese personaje encargado de evitar los goles, aquel que por más que se luzca no consigue obtener el reconocimiento que se merece; el defensa: encargado de contener a la delantera contraria, ya sea en línea de 3, 4 o 5 jugadores su tarea consiste en evitar los remates al arco; los mediocampistas: entre sus principales funciones están la de recuperar balones, propiciar la creación de jugadas y explotar el juego ofensivo; finalmente encontramos a los delanteros: aquellos cuya responsabilidad consiste en anotar la mayor cantidad de goles que le sea posible, es aquella posición que si la desempeñas de manera excepcional tendrás el reconocimiento absoluto, caso contrario serías sometido a la mayor cantidad de críticas por parte de la gente.

Es un deporte que apasiona a grandes y chicos. Es una diversión que cumple con todas la expectativas de un pueblo que está cansado de no encontrar en la política nacional hombres con ese mismo ímpetu, esa sed de triunfo, ese amor por los colores de la camiseta. Los jugadores se convierten en los héroes que se necesitan en estos tiempos. De alguna manera, si no fuera por ellos, nos veríamos como un país sin goles, sin reconocimiento, sin identidad. Lograron, que los hinchas griten, se abracen, bailen, que se estrechen las manos al final del partido, sintiéndose por un momento como hermanos unidos por el sentimiento de practicar este deporte. En las tribunas, espacio donde podemos evidenciar las diferentes clases sociales, encontramos a los adinerados que pueden pagan por una palco o una suite, la clase media ubicada en el sector de la tribuna y finalmente encontramos en la general unas gradas repletas de seres humanos que aguantan los ardientes y despiadados rayos solares con un sentimiento hacia los colores de su equipo digno de admirar, aquí se ubica el barrabrava, el hincha que va todos los domingos, el que deja de comer para poder ver a su equipo.
Al salir a las calles y preguntar a las nuevas generaciones sobre quiénes han sido nuestros referentes patrios encontraremos que han sido reemplazados, creo que con fundada razón, por la oncena de hombres de camiseta amarilla, pantaloneta azul y medias rojas que nos han clasificado a la Copa Mundial de la FIFA, dos de ellos de manera consecutiva. Encontramos que la gente se sabe los nombres de cada uno de los jugadores, incluidos sus sobrenombres y apodos, reconociéndolos donde quiera que los encuentran. A las estrellas de este deporte las encontramos en la ciudad paseando, derrochando lujos que solo el dinero en excedente se los puede tener, además de gozar de fama y prestigio. En consideración personal opino que se lo merecen pues su desempeño en esta actividad deportiva hizo el milagro de, por un momento, hacernos olvidar a los hinchas de los malos momentos y las preocupaciones que pasamos en el día a día, de las que vienen y de las que están por venir. En fin, la locura se apodera de las calles durante el desarrollo del partido. En el estadio o frente a la pantalla de televisión miles de hinchas disfrutamos fieles a nuestros colores de lo que hacen los 11 guerreros en la cancha, se gane o se pierda la pasión y el sentimiento no desaparecerá de los corazones de los que disfrutamos de este espectáculo sublime llamado fútbol.

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