lunes, 15 de agosto de 2016

PERIODISMO II
REPORTAJE
Andrés Basantes R
Quinto C

Antetítulo: ¿Exteriorizando lo privado? 
Título: Cuando el amor se “descontrola” en los espacios públicos. 
Sumario: Las norma sociales o reglas de urbanidad, establecen un límite de prudencia a la hora de exponer ante todos los sentimientos. El amor puede vivirse a plenitud, en cualquier espacio, sin para eso incomodar o herir la susceptibilidad de nadie.  

“Andas en mi cabeza, / Nena a todas horas/ El mundo me da vueltasTú me descontrolas 
Así comienza el estribillo de una canción de Chino y Nacho, que hoy los jóvenes disfrutan muchísimo y que no deja de escucharse en todas las Discotecas. Pero más allá de adentrarse en un análisis de la música y su influencia en la juventud. Este tema musical, brinda su complicidad para reflexionar, sobre ¿qué pasa cuando el amor de los jóvenes se “descontrola” en público? ¿Deben existir límites para expresar los sentimientos por la pareja, en el marco del espacio social? ¿Está obligados los demás a presenciar algo que no desean ver? 
A veces es vergonzoso cuando vamos caminando por el parque y te encuentras a una pareja de jóvenes entre 15 y 20 años, acostados en la yerba y tocándose de forma demasiado cariñosa en frente de todos. 

Esta cuestión ha sido analizada por algunos medios de comunicación en este país. Para la periodista Andrea Rodríguez Burbano del rotativo “El Telégrafo”: “Un acto amoroso que incluye besos, caricias y tocadas, puede ser cuestionado por ciertas personas para quienes cualquier manifestación de amor debe restringirse al ámbito privado, pero quizá para otros sea una expresión legítima. [1] 
La problemática tiene varias aristas, desde la base legal que exhorta a utilizar los espacios públicos de la nación de forma consciente y respetando los derechos de los demás para también disfrutarlos; hasta las concepciones de psicólogos que platean que todo el mundo no está preparado para asimilar los mismos contenidos eróticos, como, por ejemplo, los niños y las niñas que también asisten a estos sitios.   
Aunque Ecuador es una nación donde se esgrime altos valores morales, y el concepto de recato está bien enraizado, no se incurre en el exceso para la censura de las demostraciones públicas de amor. 
Para conocer lo que piensan los chicos y chicas al respecto, se realizó un recorrido por los parques de Quito y esto fue lo que comentaron: 
Madeleine: “a veces es un poco vergonzoso cuando vamos caminando por el parque y te encuentras a una pareja de jóvenes entre 15 y 20 años, a plena luz del día besándose, acostados en la yerba y tocándose de forma demasiado cariñosa en frente de todos”. 
Carlos:  me gusta pasear con mi novia y nos sentimos seguros en los parques de la ciudad, pero es incómodo cuando te topas una escena de esas, no es que pase constantemente, pero si es algo con lo que debemos lidiar. 
Karina: yo prefiero los centros comerciales, porque allí los jóvenes como que guardan más respeto, pero a veces en los parques se olvidan que están rodeados de otras personas, y es desagradable cuando algunos adultos al ver estas demostraciones públicas acusan a todos los jóvenes de haber perdido el pudor, cuando no todos exhibimos lo que sentimos de la misma forma.  
Aunque Ecuador es una nación donde se esgrime altos valores morales, y el concepto de recato está bien enraizado, no se incurre en el exceso para la censura de las demostraciones públicas de amor. Sin embargo, si acaso alguno de los lectores visita con su pareja países como Emiratos Árabes, India o Indonesia, será mejor que guarde compostura extrema. Por ejemplo, en Indonesia una persona puede ser penalizada con 5 años de cárcel y hasta 29 mil dólares por un simple besito en los labios. 
El sistema en el que vivimos desgraciadamente sometió al amor al determinismo y al consumo. Ese determinismo se llama encierro. 
Desde la red de redes, el Community Manager Alberto Piernas, expone en la revista digital Mujer-Mundo que: en Estados como Corea del Sur, cuya sociedad se fundó en creencias religiosas provenientes del budismo, las personas rechazan casi por completo el contacto físico en lugares públicos. 
Sin embargo, los comentarios del psicólogo y profesor universitario Francisco Peralta, exponen otra arista de esta problemática: 
Francisco Peralta: “me parece fantástico que las parejas tomen los espacios públicos para tener sus encuentros. A mi lejos de preocuparme moralmente, me parece genial y ojalá sean todos los lugares públicos. Porque el principio siempre me lleva como referencia a que la sensibilidad y la subjetividad, no solo de las parejas de enamorados sino de todos los seres humanos, sea la contemplación. Y estos son espacios para contemplar. El sistema en el que vivimos desgraciadamente sometió al amor al determinismo y al consumo. Ese determinismo se llama encierro: sino es cine, es bar y si no es bar es motel, así no es la vida, la vida tiene otros principios. En tal sentido no creo que se deba regular el espacio público, lo que creo concerniente es la generación de espacios para cada una de las personas que utilizan los parques. 
Este especialista explica además que en la actualidad se evidencia una privatización de lo público, a lo que debe contraponerse una liberación de las personas, una humanización y sensibilización de los seres que habitamos el planeta y un retorno a la interacción con la naturaleza y las acciones propias de un humano, como por ejemplo amar sin restricciones.  
A veces no puede evitar una caricia e incluso un beso a su esposa, pero intentan mantener una postura mesurada porque no son los únicos que disfrutan del parque. 
El punto de vista del psicólogo Francisco Peralta destaca algo: el amor no debe tener restricciones. Sin embargo, la sociedad no está conformada solo por dos personas que se aman y desean mostrar su afecto. Actualmente la mezcla y la heterogeneidad son las principales características de la rica cultura ecuatoriana, y como habitantes de esta nación todos tienen derecho a ser respetados y respetar a los demás ciudadanos. De acuerdo con esto, no es objetiva la censura, sino el consenso. 
Para Vanesa y Manuel, un matrimonio joven, acudir al parque luego del trabajo, les ha permitido reanimar su relación que entraba en la rutina. Manuel sonríe y le toma la mano a Vanesa. Ella comenta que prefieren descansar un rato bajo la sombra de un árbol y conversar antes de regresar a su casa. Y es que la plática al aire libre les ha ayudado a relajarse y a aprender a dialogar sin discutir.  Manuel asegura, que a veces no puede evitar una caricia e incluso un beso a su esposa, pero intentan mantener una postura mesurada porque no son los únicos que disfrutan del parque y aunque a ellos no les molesta las demostraciones de amor, si manifiestan respeto por otros que quizás no las aprueben. 
Creadas por los propios hombres, las norma sociales o reglas de urbanidad, establecen un límite de prudencia a la hora de exponer ante todos los sentimientos.  Pero personas como Vanesa y Manuel, demuestran que el amor puede vivirse a plenitud, en cualquier espacio, sin para eso incomodar o herir la susceptibilidad de nadie.  
Y como la palabra más sensata es el conceso, surge entonces esta idea: Amar sin ataduras, en cualquier sitio, pero con sentido común y un toque de cordura.” 

                                                                                                 

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